domingo, 2 de noviembre de 2014

Escribir

     

      Nunca podré ser escritora . No me llaméis así, porque no lo soy , ni quiero ser una intrusa en un mundo tan complejo , donde los escritores han trabajado muy duro para conseguir ese honor.
      Por más que me guste escribir, a mis relatos les falta el alma . No será que no me empeñe en ponérsela , ni que no me dé cuenta , es que para escribir, hay que ser muy valiente , y yo soy una cobarde .
      Porque una persona llena de fobias , entre ellas , el pánico a hacer el ridículo , no puede escribir para que otros lo lean . Para eso tengo mi cuaderno , en el que escribo a mano , con mis dedos artrósicos que se empiezan a agarrotar en la tercera línea , hasta que entre el dolor , y que no se entiende una palabra , lo guardo otra vez enfadada e impotente . 
      Quien escribe para que otros lo lean , no puede tener vergüenza . No debe importarle lo que otros piensen sobre los personajes o el tono de alguna escena . 
      Si no se puede una enfrentar a eso , no sirve de nada escribir y borrar constantemente . 
      Si temes que se burlen de ti  en la vida cotidiana , y por ese motivo , personas de alta autoestima y mucha mala leche, te calan en cuanto te conocen y les caes mal por ser como eres , por hablar, por opinar , por esconderte en un rincón cuando hay más de tres personas juntas ... ¿Cómo vas a triunfar en las redes sociales intentando promocionarte como escritora , pero sin querer caer en el narcisismo , sin hablar apasionadamente de un tema , de tu obra , de lo que sabes... ?
      Si te han enseñado a callar , se han burlado de ti , te han vejado a sabiendas de lo poco que necesitas para sentirte ridícula , estúpida , sabihonda , ignorante ... 
      Si al final has acabado por decir siempre que no sabes esto y lo otro , que has dejado de preguntar , de pedir que te enseñen , de querer aprender ; que has acabado por convertirte en estúpida para que te dejen en paz .
      ¿Cómo vas a escribir así ? ¿Cómo vas a "venderte", si tú no crees en lo que quieres vender?
      En un mundo de lobos intuitivos, astutos y crueles , no por voluntad de ser malos en sí , sino por el instinto de supervivencia del más fuerte , ¿Cómo va a sobrevivir el más débil , el último en nacer de la camada , el que no recibió tanto alimento como los demás ? Las crías , desde el primer momento , arrinconan al que menos posibilidades tiene de sobrevivir, y , si pueden , intentan que desaparezca , que muera , que deje libre el espacio que los demás pueden aprovechar mejor . 
      ¿Autocompasión? Decididamente , no .
      Realismo . 
      A no ser que , igual que aprendí a pasar por imbécil a conciencia para que dejen de ridiculizarme , aprenda a convertirme en la mujer asocial que mi sentido de la responsabilidad me obliga a obviar . Ese sería otro largo aprendizaje , pero sin duda , mucho más en consonancia con quién soy en realidad . Esa mujer que nadie conoce , ni yo misma . 
      Que prefiere los animales que a la mayoría de personas .
      Que se encuentra en un estado de bloqueo emocional y mental en el que se introdujo como autodefensa , creyendo que sería una guarida temporal , y resultó ser una jaula trampa , de donde ahora no puede salir .
      En un mundo ideal , donde el dinero no fuera necesario , yo estaría viviendo en algún rincón solitario , apartada del mundo , que no me interesa lo más mínimo . Pensaría y escribiría sobre lo que pienso . Sobre todas esas cosas que solo me interesan a mí. 
      En cambio , como animal de la jungla , después de una hermosa noche soñando con esa vida ideal , despierto con la necesidad de ganarme el sustento , de mantener el nido limpio y mullido , de cazar para alimentarme . 
      Y el sueño vuelve a caer en el olvido hasta que la noche me concede el ansiado descanso .
      

      

miércoles, 14 de mayo de 2014

Fue una tarde de verano



Tres hombres acababan de tomar el primer sorbo de su jarra de cerveza helada , sentados en la terraza de La Cubana , cuando empezaron los gritos .
Acababan de llegar desde la costa , conduciendo a casi 200 kilómetros por hora , para estrenar el último capricho de Miguel . El descapotable reverberaba por el calor del motor recién apagado , mientras los amigos , únicos clientes del bar a aquella hora , lo contemplaban extasiados .
Miguel fue el primero en salir corriendo escaleras arriba  , con el corazón desbocado al oír los gritos que salían del portal abierto de su casa , junto al bar. Era la voz de Marina , su hija de siete años . Olvidando las cervezas , sus dos amigos le siguieron .
Los gritos provenían del dormitorio. Miguel se dirigió hacia allí casi a ciegas , por la penumbra en que se encontraba el piso.
Al llegar frenó en seco, y los otros dos chocaron contra su espalda . Empujando a Miguel , que con su cuerpo tapaba la puerta , lo apartaron para entrar.
En el rincón del fondo, detrás del armario ropero, la niña seguía chillando en cuclillas , protegiéndose la cara con los brazos. Entre sus dedos salían mechones de pelo de los que tiraba con fuerza histérica .
Lo que vieron no fue lo que contarían más adelante, durante el largo juicio.
El pequeño Daniel , de doce años , se encontraba a horcajadas sobre el cuerpo inerte de su madre . Gemía y sollozaba mientras movía las manos sobre el pecho de ésta . De repente, el cuerpo del chico se tambaleó hacia atrás, y alzó los brazos. Un cuchillo de cocina se alzó en el aire, salpicando de sangre la cara del muchacho. Saltó de la cama , y sin ver a nadie, como si solo él y aquel utensilio existieran en ese lugar y ese momento, se lanzó hacia la puerta , de donde los hombres se apartaron asustados ante el niño enloquecido y armado.
Miguel corrió escaleras abajo tras su hijo. Los otros dos aún tardaron unos segundos en reaccionar , y apartar la vista del infernal espectáculo que tenían ante ellos.
Las sábanas blancas se confundían con los encajes del camisón que Ana llevaba puesto y que se le había subido hasta el vientre, dejando al descubierto las bragas del mismo color. Todo lo que había sido blanco resaltaba el violento rojo que manaba como una fuente de su cuerpo... del pecho, de los brazos, del estómago.
La niña seguía gritando desde el rincón , meciendo su cuerpo en la misma postura defensiva . Los hombres empezaron a salir de espaldas, sin poder apartar la vista de la mujer muerta hasta que estuvieron fuera . Entonces corrieron hasta alcanzar la escalera .
Daniel estaba en medio de la calle. Ensangrentado hasta los codos, alzando el cuchillo, que miraba entre lágrimas y temblores que estremecían todo su cuerpo.
Miguel lo llamó por su nombre, el niño se volvió hacia su padre sin bajar el arma , y un grito salió de su boca :
-¡Mamá!, ¡mamá está muerta papá!
-Daniel, dame el cuchillo, por favor, dámelo, dámelo... Miguel sudaba y el sudor se mezclaba con lágrimas. Su rostro estaba empapado de agua salada . (-y Ana de sangre-, pensó.). Cayó de rodillas, sintiendo cómo su alma se rompía de dolor. Su hijo, su único hijo estaba allí, y él no podía creer que todo aquello estuviera pasando.
Sal de lágrimas. Sal de sudor. Sal de mar. El mundo olía a sal y a hierro. El olor de la habitación , de la sangre vertida fuera del cuerpo de la mujer mas hermosa del mundo.
La gente había empezado a asomar de las casas, cerradas a la calima de mediodía. Pero nadie se atrevía a moverse de su portal . Ellos también olían la sal y el hierro, y ese olor perduraría para siempre en aquella calle, en aquel pueblo, y de vez en cuando, pasados los años, un fogonazo de recuerdo les llegaría con una ráfaga de viento impregnado del olor a sangre y sal en los meses de verano, cuando el sol provocaba mareos y nublaba la vista .
Fueron Antonio y Marcos los que consiguieron que el niño dejara el cuchillo en el suelo, tras casi media hora al sol, sudorosos, agotados y aterrorizados todos.
Miguel había subido otra vez, olvidando a su hijo. Lo encontraron llorando, tumbado en la cama junto a su esposa , ahora ensangrentado él también . Aspiraba el olor que emanaba del cuerpo tibio, sin saber bien lo que hacía . Pero si ése era el último aroma que iba a recordar de ella , lo quería introducir en sus pulmones, en su cabeza, en su recuerdo, para siempre jamás. Marina seguía en el rincón , pero ya no gritaba . Su garganta se había roto.
Los servicios sociales se hicieron cargo de ella , que quedó sola y olvidada por todos. Enloquecida y sedada , apenas caminaba ni comía . Ella , que lo sabía todo, no fue interrogada . No sabía lo que ocurrió fuera de aquel manicomio los meses y los años siguientes, ni le importaba. No era consciente de que tuviera que importarle, ni de que ella era la única que lo vio. Nadie fue a preguntarle .
Eso fue lo que encontró la policía del pueblo, cuando llegó el primer coche patrulla , casi una hora después de recibir las llamadas de auxilio de los vecinos .
En julio, en aquel lugar, a aquella hora ... ¿quién hubiera pensado que pudiese pasar algo?. Los cuatro funcionarios del orden se encontraban desviando el tráfico en un atasco a la entrada de la costa . Temporada alta turística ...
Llevaron a Daniel al calabozo . Empapado de sangre . La sangre de su madre , confirmó el forense . En el cuchillo había multitud de huellas, las del chico entre las otras, todas confundidas y sobrepuestas .
Miguel se presentó al cabo de dos días, acompañado por sus amigos . Uno de ellos salió pasada una hora , y regresó con un hombre oscuro y anodino. Un abogado. Éste pidió cita con el comisario. Miguel firmó una declaración . En ella, relataba cómo había asesinado a su mujer .
-¿Móvil? 
-Quería cobrar su seguro de vida para pagar el coche nuevo. Estaba planeado hacía meses .
Y luego se había ido con sus dos amigos y su hijo Daniel a la costa , a estrenar su descapotable. No previó que el chico saltara al llegar y subiera al piso el primero. Debía parecer que un ladrón había entrado y, encontrando a Ana , la había matado para robar.
Durante el juicio, solo la compasión por aquel niño que sollozaba con la frente apoyada sobre la mesa , oculta tras sus delgados bracitos, hizo que lo increíble fuera creíble .
La víctima se encontraba vestida solo con un leve camisón blanco en pleno día . Las sábanas, alborotadas. Como si hubiera estado yaciendo. No faltaba dinero, ni joyas, ni nada estaba revuelto. No había signos de lucha .
La hija , en estado catatónico y demasiado pequeña , tampoco serviría como testigo, y fue descartada .
La sangre tibia , que aún seguía esparciéndose sobre el colchón cuando la policía entró, no concordaba con las horas que , según Miguel, hacía que había abandonado el cuerpo de su mujer para irse a pasear con sus amigos y su hijo.
Pero al tribunal, por las ventanas abiertas, le llegaba el olor a sal y hierro, y querían que aquello acabara ya . Condenaron a Miguel, y el pequeño acabó creciendo con sus abuelos paternos.
Treinta años de cárcel, treinta años de dudas y dolor.
Miguel murió de cáncer sin saber quién había roto su vida y la de sus seres amados.
Sus amigos, los que juraron en falso, nunca volvieron a visitarlo, y, si en algún momento de sus vidas se cruzaron por el pueblo con Daniel, volvieron la cara para no mirarlo. Ellos sí creían que había sido el niño. Ellos y todo el pueblo.
Pocos días después del crimen, un hombre mal vestido, moreno y de mirada huidiza , se enrolaba en un barco pesquero rumbo al norte, para no volver jamás. Había entrado a robar en una casa silenciosa , que, tras un rato de escuchar sin apenas respirar, creyó vacía . Pero la mujer del camisón blanco le encontró en el dormitorio. Debía estar en la cocina, y se abalanzó sobre él con el cuchillo. Solo tuvo que empujarla y apagó sus gritos con el mismo cuchillo que resbaló de su mano por el mismo terror.
(Había una niña pequeña oh dios oh dios mío qué hice...) . 
Debían descansar juntas cuando él entró. La vio al levantar el rostro, con el arma en la mano. Solo con mirarla , la niña se puso a gritar cubriéndose la cara con las manos. Entonces, huyó. Nunca leyó los periódicos. Nunca supo lo que había provocado con su último intento de robo, que por primera y última vez fracasaba .
Antes de un año, el hombre moreno se tiró por la borda del barco pesquero. No podía dormir. Cada vez que el cansancio lo vencía , los gritos de la niña lo despertaban bruscamente, y la delgadez de su cuerpo, que vomitaba todo lo que tragaba a duras penas, no le permitía trabajar en el duro oficio de pescador.
Ilustración: Pau.     escapulanews.blogspot.com.es









lunes, 12 de mayo de 2014

Cuatro kilómetros



La noche que Marta se suicidó , fue un acto tan impulsivo como los que habían dominado todos los hechos determinantes de su caótica vida . Si todos los que la querían , o al menos apreciaban , como ella hubiese dicho, se devanaron los sesos pensando por qué no dejó una nota de despedida , por qué precisamente de aquella forma tan brutal , ninguno hubiese acertado en que no había ni premeditación , ni intención .
No murió en el acto . Su último castigo fue sentir el dolor más grande (quién le hubiese dicho a ella que siempre podía haber algo más doloroso que lo anterior), y su último pensamiento fue :
-¡Oh Dios mío, yo no quería matarme!
Hacía unos segundos , caminaba por el arcén de una carretera secundaria , con un chándal manchado de lejía en los bajos del pantalón , y un forro polar azul marino . Las piedrecillas de asfalto se le clavaban a través de la fina suela de sus viejas zapatillas de andar por casa .
Ya no podía más . A pesar de ser febrero, sudaba por los cuatro kilómetros que había dejado atrás desde que dio el portazo, dejando la cena en la mesa y caminando a paso ligero sin rumbo, hasta salir del pueblo y continuar por la carretera oscura .
Ya casi no recordaba exactamente la escena que la había hecho salir de casa a esas horas . Tampoco lloraba . Sentía las lágrimas resecas en la piel caliente , pero el agotamiento hacía rato que le había quitado las ganas de seguir llorando. ¡Si le venía justo respirar!
De vez en cuando, un coche la deslumbraba , y ella , mareada y con los pies cada vez más doloridos , se tambaleaba un poco, pensando en la posibilidad de caer . Hacia el arcén sucio que a trozos olía a rata podrida , o... hacia los faros.
Su móvil sonó, y ella rebuscó en su bolsillo.
-¿Qué quieres?
-¿Dónde estás?
-Cerca del cementerio.
-Vas a tardar mucho? Tu plato está en la mesa aún. ¿Te lo caliento?
-¿¡Qué!?
Marta no podía creerlo. Estaba a más de cuatro kilómetros de casa , y ni siquiera se habían dado cuenta . Posiblemente creían que se había ido con el coche. ¿Dónde? ¿Es que nadie se daba cuenta de que estaba furiosa , y por eso había salido del piso de un portazo? ¿Cuánto tiempo llevaría andando en zapatillas? Desde luego, hasta que ellos no habían acabado de cenar en paz , libres de sus gritos , él ni se había molestado en llamarla .


En ese momento, unos faros se acercaban rugiendo en dirección a ella . Cegada por la luz , entornó los ojos, otra vez anegados de lágrimas de rabia , y, sin pensarlo , solo dejó que sus pies avanzaran hacia la derecha . Solo un poco. Fuera de la tenue línea blanca del arcén . Esa fue la última estupidez que cometió en su vida . Realmente no quería morir. Ni siquiera había soltado el teléfono, que salió volando hacia el cielo.

jueves, 17 de abril de 2014

Para siempre, Gabo.


Perdidas las musas , la inspiración y la fuerza de voluntad , me obligo a escribir por respeto, porque no puedo dejar pasar que hoy uno de mis ídolos ya es una estrella en el cielo . Inigualable genio de la historia de la literatura mundial , uno de los poquísimos , casi el único , creo , escritor que me ha hecho releer sus novelas , nos ha dejado . Cuando tuve en mis manos "Memorias de mis putas tristes", ya sabía por la prensa que aquella sería la última . Nadie podrá igualar nunca el realismo mágico, el don de los adjetivos que nunca agobian, los adverbios que no sobran, la palabra justa, estudiada y escrita con tanta sencillez como fuerza.

Sé de memoria , a fuerza de releerlo , el comienzo de "Crónica de una muerte anunciada". La fuerza con que empieza es inmensa , te obliga a seguir el relato que sabes desde la primera frase cómo va a terminar :
"El día que lo iban a matar , Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo . Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna , y por un instante fue feliz en el sueño , pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros ."

En "Cien años de soledad", me quedo con las soberbiamente resumidas 469 páginas en una frase insertada en un párrafo , algo a lo que jamás podríamos aspirar a saber hacer casi ninguno de nosotros , simples mortales , ésta es para mí la frase que describe la grandiosidad de este hombre :

Aureliano no pudo moverse . No porque lo hubiera paralizado el estupor , sino porque en aquel instante prodigioso se le revelaron las claves definitivas de Melquíades , y vio el epígrafe de los pergaminos perfectamente ordenado en el tiempo y el espacio de los hombres :
El primero de la estirpe está amarrado a un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas .

Solo he querido recordarlo como buenamente sé , aunque jamás  le olvidaré , porque Don Gabriel, Gabo , estará para siempre en el lugar más querido de mi biblioteca .
Gracias por haber existido y descanse en paz .

martes, 15 de abril de 2014

Hasta otra...


Hola amig@s. Tengo que deciros a los que entráis en el blog a ver qué chorradas he escrito últimamente , que me despido hasta mejores tiempos . Estoy bloqueada , no puedo pensar en nada entretenido . Me paso horas mirando mis apuntes, pasando de una a otra de mis dos novelas a medias , y al final cierro el ordenador enfadada y triste. Mi cabeza está en blanco.
Además de que estos dos últimos meses escribir era un suplicio físico también . Hace dos meses, me puse a arreglar el jardín para la primavera y el verano. Trasplanté rosales ante la puerta, sembré pensamientos, geranios, crisantemos y claveles. Las rosas han muerto, y las flores no nacerán siquiera . Porque no he vuelto a regarlas, y las flores sin cuidados y cariño se mueren , y yo , por desgracia , no soy el Principito , que estuviera donde estuviera , siempre regresaba a regar su rosa amada y ponerle la campana de cristal para que no le diera el frío de la noche . Aunque si alguna sobrevive, aunque yo ya no lo vea, habrá valido  la pena el haberme dislocado el codo en un lugar donde nadie lo iba a agradecer . Bueno , ni siquiera creo que nadie viera las flores más que yo... pero son flores...
Solo tengo ganas de estar en mi pequeña cala escondida , cuando no hay nadie y solo las olas rompiendo contra las rocas me susurran cosas que no comprendo, pero que me tranquilizan . Es mi infancia , que está allí , y allí vuelvo como siempre , cuando necesito soledad , pero la compañía y el olor del mar .
Hasta más adelante , si puedo volver a escribir .
Adiós y sed valientes en la vida . Lo único seguro , es que el sol saldrá cada mañana , día tras día .

jueves, 10 de abril de 2014

Chopin - Preludio en re bemol mayor Op 28 Nº 15 "Gota de Agua"



Hoy he llevado fotos a imprimir. Muchos años guardadas en una carpeta, esperando un momento que nunca llegaba. No era tan importante, siempre podía esperar. Al fin, el momento ha llegado. Cuando se hicieron muchas de ésas fotos, eran "mis fotos", "nuestras fotos". Al volver a casa, me he encontrado haciendo cuatro montones con ellas. Porque el tiempo ha pasado, y solo quedan las fotos para recordar una familia que ahora son cuatro individuos. Cada cual quiere las suyas. Y si en alguna coincidimos, que tire de ella quién más la desee...
Cuando Chopin escribió este preludio, en La Cartuja de Valldemossa, estaba solo en su celda . Aurore y los niños habían salido a correr aventuras bajo la lluvia . Fréderic, enfermo, febril y deprimido, esperaba su regreso, atormentado por las voces, los fantasmas, y la gota de agua que caía sin cesar en un cacharro de cocina.
De esa tarde de tormenta, del sentimiento de soledad y tristeza, salió esta romántica pieza.

Ni siquiera tras su muerte, aquella historia de amor tuvo más recuerdo que lo que de ella escribió George Sand, escondiendo su relación ilegal tras un pseudónimo, y una supuesta amistad. El único retrato de los -en un tiempo enamorados-, realizado por Delacroix, fue cruelmente cortado y expuesto en dos museos diferentes, en diferentes países. Una historia de amor tan grande, que dio frutos como ese preludio, y como "Un invierno en Mallorca", se acabó para siempre tras la tormenta .
He visto las dos partes del cuadro, y las dos veces he sentido una punzada de pena. Y a cada uno le he dado un beso de parte del otro. Por lo que fueron un día .


miércoles, 9 de abril de 2014

Los gatos dan mala suerte



Esta mañana me he despertado a medias entre el suicidio y el intento de asesinato. Es una mala forma de empezar el día, de verdad. Suena fatal, pero la explicación es peor.
Mi linda gatita, cada mañana al salir el sol, se sube a mi cara, la patea, la empujo, y salta a la mesilla de noche. Entonces, empieza a restregar su hociquito por la lámpara, empujándola hacia mí hasta que me la tira encima. Antes lo hacía con el móvil, el reloj, los kleenex... pero como caían al suelo, buscó algo más contundente: la lamparilla de noche.
Yo ya estaba desesperada, no sabía qué hacer. Es que, encima, es la única que me queda, porque la del otro lado de la cama ya la rompió hace unos meses, pantalla y bombilla, al no acertar la cama y empujar hacia el suelo, y casi nos mata a todos de un infarto.
Mi gran idea de anteayer fue que, antes de que rompiera también ésta, la cambiaría por un cubo de cristal mazizo que tengo en una cómoda y que nunca enciendo, así que toda feliz, ayer por la mañana, con un ojo abierto, espiaba a la gatita subida al cubo sin saber qué hacer, y yo me reía sola, y mi error ha sido confiarme. Esta mañana, tras el pisoteo de cara, riñones y todo lo que le dé por pisar, (por cierto, carente de cualquier ronroneo o cariñito), me he vuelto tranquilamente. Es que eran las 7 de la mañana... y lo siguiente, ha sido notar algo que me rozaba la oreja y rebotaba en la almohada:
¡El cubo!
Ahora entendéis lo del suicidio o asesinato... si me encuentran muerta de un lamparazo, ¿quién va a sospechar de la gata???
Y realmente, hubiera sido un suicidio, porque la lámpara la puse yo ahí, sabiendo que esa gata no es una gata, sino un engendro del demonio... aunque luego le dé besitos, si, lo reconozco...
Por supuesto, esta mañana se ha quedado sin su bol de leche.
Lo mismo me pasa con todo en la vida. Ahora estoy escribiendo aquí hackeando mi propio blog, porque no hay manera de entrar desde ayer, y he tenido que buscar una puerta por el sótano para entrar.
Patético.
Ya sé que tres cosas hay en la vida, y a mí me falta de las tres, pero la tercera, es algo que lo cuentas y no se lo cree nadie. 
A los 15 años, me enamoro de un alcohólico drogata que 25 años después me sigue dando mala vida.
El segundo "hombre de mi vida", 14 años más tarde, resultó ser gay, y yo era tan inocente en materia masculina que tardé meses en saber por qué le gustaban más los perfumes a él que a mí.
Y el tercero ha tardado nueve años en darse cuenta de que un artista no sabe vivir en pareja y que ya no me quiere, porque la convivencia ha sido un desastre... 
Y mi gata intenta asesinarme con el único artilugio de Ikea que no es de cartón ni plástico desmontable.
Eso sí, este ha sido el primer caso de intento de asesinato en la historia en que a la víctima le ha dado un ataque de risa sincera. Debo ser una bruja, porque sigo adorando a la puñetera maltratadora matutina.
Luego la gente usa despectivamente el apodo "loca de los gatos", pero es que l@s que tenemos gatos somos de una pasta especial. 
No voy a decir que es que nos gusta que nos traten mal, porque los perros tampoco se merecen normalmente al tipo de persona que tienen por "amo", "compañero", o como quieran llamarse. Mucho "te quiero perrito", pero yo me fijo en cómo los tratan día a día. 
En fin, a buen entendedor, no sé muy bien lo que digo.

martes, 1 de abril de 2014

Pues vale, hablaré de mí...



Es casualidad, pero desde hace una semana, no hace más que salirme por todos lados información sobre cómo debo y no debo hacer las cosas. Por lo visto, este blog es demasiado impersonal, si no tengo más seguidores es porque aparte de copiar fragmentos de lo que escribo como un anuncio publicitario, nadie encuentra en él nada que le diga algo sobre mí. 
Pues bien, son las 2'30 de la madrugada, y, como tantas noches, estoy escribiendo. Es la mejor hora para mí. Y hoy me he decidido a hacer caso a los consejos, tanto de bloggers expertos como de amigos que me han hecho reflexionar sobre que en ésta forma de vida, no puedo vender mis "productos", sin contar qué clase de persona se esconde tras ellos. 
Sin florituras ni dramatizaciones. Además, contaré lo que me salga de las narices. 
Soy una persona de grandes, grandísimos contrastes en mi vida. No sé por qué, pero yo disfruto poco de los colores del arco iris. En mi vida hay cosas o muy buenas, o muy malas. En medio, poca cosa.
Por ejemplo, fui una niña muy feliz, (qué frase tan manida), y, a los quince años, el mundo se volvió del revés, y ya no quedó nada. Ni el polvo. 
Tuve que dejar los estudios, aunque lo intenté hasta dos años más tarde, pero era imposible. 
Volví al instituto a los 29, y los profesores me animaban a seguir, a estudiar una carrera, pero las circunstancias me obligaron a quedarme con un auxiliar de enfermería. 
Como contraste a lo que me trasladó en el tiempo de los 15 a los 29 años, con lo cual yo nunca fui una joven, esa época no ha existido en mi vida, tuve dos hijos que compensaron con creces todas las cosas malas de mi vida. 
El dolor, el cansancio, el llanto, todo quedó compensado. 
Me quedaron secuelas de por vida, pero después de sobrevivir, debería importarme muy poco lo que la gente que no me conoce juzgue de mí. 
Eso fue un problema durante mucho tiempo. El rechazo de la gente, más o menos descarado, la baja autoestima, incluso la compasión de los bienintencionados me convirtieron en alguien que rehuía las relaciones sociales. 
Pero hay que llegar a los 40 para que realmente no te importe una mierda lo que digan o piensen los demás, os lo aseguro. 
Después de doce años trabajando en la profesión que buenamente pude conseguir robando horas a todo, un día todo explotó. 
La crisis laboral, (dos años cobrando con cuentagotas cada dos o tres meses y mentiras de los jefes) se unió a una personal. Me vi trabajando en un lugar que odiaba. A personas que apreciaba les contestaba mal, en casa lloraba, me puse muy enferma y cada dos por tres estaba de baja. Llegué a pensar cosas horribles, estaba hipocondríaca, y todo era psicosomático. 
También tengo secuelas de eso, contracturas crónicas, y una artrosis mecánica (significa de forzar las articulaciones más de lo que debes). 
La artrosis es lo peor. Ya no podré volver a trabajar en según qué puestos, y mis dedos me hacen avergonzar a veces, porque están retorcidos e hinchados. En cualquier entrevista de trabajo, con 42 años y viendo mis manos, en cuanto salgo tiran mi currículum a la basura. 
Como sabéis, me encanta escribir. Y lo que más me gustaba era llenar libretas y libretas con una letra preciosa que me encantaba a mí misma, y más que la gente me lo dijera . Ahora, solo puedo escribir la primera línea. La segunda empieza a tener tirones en las letras, y a la tercera, mis dedos se agarrotan y tengo que parar. Es una suerte vivir en la época de los teclados...
Ese es uno de los motivos por los que, cuando me quedé en paro, encontrando trabajos esporádicos, retomé la escritura, y mi familia y amigos me animaban a intentar escribir como medio de ganarme la vida. 
Al principio, todo era entusiasmo y horas de trabajo. Poco a poco, fui conociendo el mundo editorial, y al final me he dado cuenta de que para ser escritora y ganarse la vida, no vale una puñeta que escribas cosas buenas o malas. Es que tienes que vivir en un determinado ambiente, ser una persona en concreto... o nunca te van, no a editar, sino ni siquiera a leer. 
Pero este es mi blog, y me dicen que me dé a conocer, que cuente quién soy, y qué sentido tienen éstos párrafos o parrafadas que escribo y que algunas tienen docenas de visitas, la mayoría porque comparto cada entrada en Facebook, pero que no aumenta en seguidores públicos. 
Es que hay blogs buenísimos, súper profesionales, y yo ni siquiera sé casi nada de informática para hacerlo atractivo. 
Así que espero que a los curiosos, os haya gustado lo que he escrito hoy, y que no dudéis en preguntar lo que queráis, sobre lo que escribo, por qué escribo sobre terror, o misterio, o si queréis, sobre mí misma. A eso responderé quizás con reservas..
Ya sabéis que se puede comentar de forma anónima, ni yo puedo saber quién ha sido, (a no ser que sea mi hermana, claro).
Si seguís mi blog, si me comentáis o preguntáis, a lo mejor me animo un poco. Aunque sea para decirme que pensáis que soy una gilipollas. ¡¡Tengo una altísima tolerancia a la frustración!!. Me estoy pasando de sincera, pero a estas horas y con el diazepam no se puede esperar mucho más... aunque a lo mejor aún me tomo un café y me pongo con el segundo capítulo de mi nueva novela... bona nit!


jueves, 13 de marzo de 2014

Mentiras piadosas

     


       La lluvia de esta tarde me ha puesto melancólica. Mis gatos se mojaban en la terraza, y me ha venido a la cabeza una cosa que me pasó hace muchos años y que siempre, aunque intento olvidar, de vez en cuando vuelve a mí sin poder evitarlo. Un pecado muy grave que cometí. 

     Quizás a alguien mi historia le dé para pensar, y si no, para haber perdido el tiempo con mis tonterías. La historia es de cuando trabajaba en la residencia. Trajeron a una mujer no muy mayor con la cadera rota. Por todo equipaje, una bolsa de la compra casi vacía, y la llave de su casa en el bolsillo, de la cual no quería desprenderse. Una noche la oí llorar, fui a su habitación, y llorando me contó su pena: Estaba lloviendo, y se acordaba de su gato, que llevaba solo en casa más de una semana. 
      Yo, con el corazón encogido, le pregunté si no tenía a nadie que fuese a verlo, y me respondió que ni siquiera tenía quien fuese a verla a ella. Estaba sola en el mundo. Le dije que si quería, yo podía hacerme cargo del gato (por supuesto, sin que nadie del trabajo supiera que estaba interviniendo en la vida personal de un paciente), y ella me entregó la llave intentando darme besos en las manos. 
      Al día siguiente fui, y me encontré que en la dirección que ella me había dado había una obra. Habían tirado la casa abajo. Antes de entrar a trabajar, pregunté discretamente a quien sabía que me informaría, y me contaron su historia: La habían llevado allí dos cuñadas. Su esposo había muerto hacía años. No tenían hijos. Seguí indagando. Ella había llegado a la isla hacía muchos años, casi niña, para trabajar. No tenía familia, y su jefe, un campesino adinerado, se enamoró de ella y se casaron. La familia no la aceptó. Que se había casado por dinero, que si forastera, que si muerta de hambre... el matrimonio acabó por mudarse a otro pueblo. 
      Pero la familia política le hizo el vacío, como si ella no existiera, hasta el punto de que, el día que la suegra murió, las cuñadas llenaron de familiares de segundo grado el primer banco del funeral y le pidieron a ella que se pusiera más atrás. Para el hombre, aquel dolor fue demasiado, y se pegó un tiro con su escopeta de caza pocos meses después. 
      Pasaron diez años, en los que las cuñadas esperaron pacientemente. Y llegó aquel día, el que la mujer se rompió la cadera. La abandonaron en el hospital, vendieron la casa (que estaba a nombre de su hermano, no sé con qué legitimidad), y allí entraba yo. Evité a la señora dos días, pero al tercero, me atreví al fin a enfrentarme a ella: Le dije que su gato estaba a salvo en mi casa, conmigo. La desgracia quiso que su estado se complicara, y cada día fue empeorando. Supongo que, simplemente, no quería vivir. Y cada día me preguntaba por su gato, y yo le mentí hasta el final. Pero el Karma, el maldito Karma, se volvió contra mí. Y veo su historia reflejada en mi propia vida. No quiero creerlo, pero en días como hoy, me invade el recuerdo y la mentira me duele. Quizás sí que me merezco saber qué se siente cuando te conviertes en cómplice de la maldad... aunque no sea justo que haya víctimas inocentes que sufren sin que los celos y el odio absurdo dejen ver cuánto daño hacen sin distinción, sin pensar en las consecuencias... 
      Un consejo, cuidad a los vuestros y aprended de lo que ya está escrito.

domingo, 9 de marzo de 2014

Aprender a escribir



      Escribo mucho menos de lo que leo y estudio. Simplemente, porque me gusta. Me gusta aprender el oficio de escribir, y una vida entera no basta si luego no tienes talento, como es mi caso, para poner en práctica lo que aprendes.
      Escribir a tontas y a locas me sale a golpes de inspiración, e incluso de pequeña, cuando eso aún era válido como excusa para la falta de talento, me valió algún premio escolar. Ahora que me lo tomo en serio, resulta que aprender me lleva tanto tiempo, que casi no me deja tiempo para escribir. Además de la gramática, la ortografía, el vocabulario, la creación, el estilo, está llevar por delante toda la Literatura del mundo. Algo tan inalcanzable como la Luna.
      Tienes que estar al tanto de las novedades, si un género triunfa, debes leerlo y estudiar las claves de ese éxito, tanto si te gusta como si no. Además están las lecturas obligatorias, esas que no puedes saltarte desde los Salmos hasta Sartre. Los talleres, debates sobre una lectura, comprender a tal escritor "maldito"... y luego a pensar en todo eso. Total, que a veces son las dos de la madrugada cuando de golpe se te quita el sueño y escribes un párrafo entre cafés para espabilarte, porque mañana no podrás,  tienes seis libros por acabar que son imprescindibles para que aprendas algo sobre seis genios que tenían el talento que a ti te falta.
      Un día empiezas a ser crítica de verdad. Con conocimiento de causa porque has leído millones de textos, no porque te hayas vuelto más inteligente. Y te avergüenzas de tus viejos tópicos, cuando aún te las dabas de "culta". Eso pasa cuando se es joven e inculto, así que te perdonas a ti misma, pero entonces caes en la cuenta de que gente a la que admiras te han inculcado equivocaciones que han germinado, nacido y crecido, y luego debes replanteártelo todo de cero y arrancar la mala hierba.
      Un tópico de ignorancia, o tal vez de envidia, es cuando alguien te tira un artículo que acaba de leer diciendo:
      -¡Será pedante! Tiene que citar a Joyce (por ejemplo), para dárselas de culto...
      A mí me quedó eso, lo de la pedantería, como un defecto gravísimo a evitar. Cuando escribo, y me faltan las palabras, la expresión adecuada, el sentimiento correcto que se debería aplicar a una situación, y me viene a la mente (o a la mano, porque busco en uno de mis manuales sobre escritura qué dijo tal autor sobre eso que a mí no me sale explicar), me doy cuenta de que si lo citara, al menos en mi caso no sería un acto de pedantería o de ¡toma qué lista soy, mirad a quién estoy nombrando!, sino al contrario, reconocer que mi talento es tan limitado que necesito apoyarme en los verdaderos escritores para que a través de ellos el lector comprenda lo que yo no soy capaz de transmitir.
      Hace poco, ojalá hubiera sido hace muchos años, tengo una maestra particular de Literatura. Ella me da un libro y me dice:
      -"Ahora toca éste". Alguno lo miro con aprensión y tuerzo la boca pensando:
      -"¿De verdad tengo que tragarme esto?"
      El último, "Memorias de una joven formal", de Beauvoir.
      A mitad de la novela, tras el hastío de no comprender por qué debía leerlo, empecé por el principio con la libreta y el boli en la mano.
      La verdad es que a Beauvoir, sus tres carreras y su inteligencia sabe Dios hasta qué punto ilimitada, le habían ayudado tanto como el talento innato para escribir. Limpia, pulcra, impecable... hasta ahí podía comprenderlo. Pero si hasta entonces no avanzaba en la lectura y no comprendía por qué, era por algo que había pasado por alto hasta que una madrugada abrí los ojos en la oscuridad y lo vi claro.
      Simone me caía fatal. Y había sido ELLA quién se lo había currado. Por eso me estaba costando tanto leer aquellos primeros veinte años de su vida.
      No lo había entendido hasta esa madrugada. La adoré, idolatré y veneré. Empecé a tomar notas de cada pasaje desde la primera línea.
      Me di cuenta de que cada palabra no estaba estudiada solo en su estilo y forma, en su lenguaje, sino en el mensaje oculto que quería transmitir. Increíble.
      Así que si algún día la cito en un texto, no me sentiré pedante, sino que humildemente estaré diciendo:
      -"Ella tenía el don que a mí me falta de transmitir lo que deseo que sienta quién esto lee".

miércoles, 26 de febrero de 2014

Las sacerdotisas de la Luna (fragmento)

Cuatro mujeres se preparaban al atardecer para la gran ceremonia . Eran las sacerdotisas del templo dedicado a la Diosa Blanca , la Luna . El templo, un Talayot situado en lo alto de una colina , era un lugar de culto privilegiado, desde donde se divisaba gran parte de la isla .
Abajo, en el poblado, se realizaban también los preparativos. En una lengua desconocida para nosotros , un joven interrogaba a su padre con el miedo en los ojos, y éste respondía vagamente, sin atreverse a levantar la vista hacia él.
-Padre, dime qué va a ocurrir. Nadie tiene porqué saber que me lo has contado, pero no quiero subir ahí sin saberlo, por favor…
-Es imposible, hijo. Y al regresar, tú tampoco contarás jamás lo que ha ocurrido. Quizá el próximo elegido sea un hijo tuyo, quién sabe… pero es el ritual secreto. La Diosa Luna pide, las sacerdotisas nos transmiten la petición , y entre todos, cumplimos los deseos de la Diosa .
El segundo escogido, que se había levantado a escuchar, se acercó:
-Dicen que alguna vez no han regresado... alguno de los tres elegidos, o ninguno. No podéis pedirnos que no temamos. ¡Somos nosotros los que subiremos ahí, no los demás!
Su madre le cogió de los hombros, zarandeandole suavemente en un gesto que quería ser tranquilizador :
-Hijos, no sigáis tentando a la suerte quejándoos como niños por haber sido elegidos. No ocurrirá nada malo. Lo malo sería rebelarse...
Fuera, el bosque de encinas se extendía ante el poblado, en ascenso hacia la pequeña montaña donde se levantaba el Templo. Los árboles habían sido adornados para la celebración con cintas de colores, y el camino se hallaba iluminado por pequeñas teas a los lados para acompañar al cortejo hasta el punto de encuentro, donde las sacerdotisas se harían cargo de ellos. Los aldeanos cantaban y bailaban , festejando que hubiese llegado el día de la ceremonia de la Fecundidad. Pronto caería la noche, y los tres jóvenes, como era costumbre, fueron vestidos con túnicas blancas nuevas. De su cuello colgaban tiras del mismo tejido, y habían sido bañados en agua perfumada de albahaca, romero y lavanda . La gente volvió la mirada hacia ellos y sus padres, que ahora salían de la casa , y todos juntos emprendieron el camino.
En un claro iluminado por más teas, se encontraban las sacerdotisas esperando. Vestían también de blanco, ocultando sus rostros sagrados bajo un velo de gasa sujeto por una cinta sobre la frente. Nadie debía mirarlas a los ojos, de igual modo que ellas tampoco podían fijar su mirada en nadie. Se decía que los ojos de las sacerdotisas eran blancos, y que quienes por curiosidad, espiando o por algún encuentro fortuito en el bosque los habían visto, habían muerto de espanto tras contarlo. Por eso llevaban el rostro cubierto.
A un movimiento de la mano de Lucida , la Gran Sacerdotisa , los jóvenes alargaron a sus padres el trapo que pendía de sus cuellos, y éstos les vendaron los ojos. El miedo se iba apoderando de los muchachos, a los que les habían advertido que cualquier intento de rebelarse podía ser castigado duramente .
Los aldeanos guardaban ahora un silencio reverencial. Era el día que la Diosa Luna había escogido para concebir una nueva sacerdotisa . Los escogidos estaban obligados a guardar silencio por el resto de sus vidas sobre lo que ocurriera aquella noche de luna creciente. En caso contrario, la Diosa Luna , protectora de su tribu, podía castigarlos con su ausencia , lo que impediría que el pelo y vello les creciera , y acabarían expuestas sus cabezas, brazos y piernas, al sol abrasador del verano y al frío del invierno, las cosechas no crecerían en los campos, al no saber cuándo era el ciclo correcto para poder sembrar, los animales enfermarían de hambre al no poder cazar en las noches sin luz , y también afectaría al ciclo menstrual de las mujeres, privándoles de la fecundidad, con lo cual su tribu acabaría por extinguirse, ya fuera por una desgracia u otra .
Desde el Templo, las sacerdotisas eran las encargadas de velar por la buena relación entre la tribu y su Diosa , y a ellas debían venerar, alimentar y obedecer. De todos los rituales, el de la Concepción era el más sagrado, el más importante, y solo ellas sabían cuántas cosechas transcurrirían entre uno y el siguiente . A veces eran quince , a veces veinte , y alguna vez, les había sorprendido la orden de elegir a suertes a tres jóvenes varones con solo dos cosechas de diferencia .
Las sacerdotisas no rendían cuentas al pueblo de ninguno de sus actos. Eran las matriarcas, las protectoras, las que ordenaban lo que debía hacerse en cualquier situación , y a quienes se acudía en busca de ayuda , consuelo o justicia , y por tanto, no informaban de la sustitución , de la muerte de una de ellas, o del nacimiento de las nuevas, que durante toda su infancia y hasta el momento de sustituir a una antecesora se hallaban recluídas en el Santuario, lejos de la vista de los aldeanos. A veces, hasta la falda del monte, el viento les hacía llegar las risas de aquellas niñas, semidiosas sin rostro, lo cual se consideraba señal de buena suerte para quienes las oyeran , eso sí, evitando levantar la vista hacia la procedencia del sonido, para no tentar a la suerte al ver fugazmente el rostro de alguna de ellas .
Aún así, algunos hombres no podían evitar sentir un estremecimiento. En cambio las mujeres jóvenes , que ignoraban por completo todo lo relacionado con la Ceremonia de la Concepción , se preguntaban antes de dormir si todas serían tan bellas como la misma Luna, que era lo que las madres contaban a las pequeñas aldeanas, al educarlas en la ancestral creencia y fe ciega en sus protectoras las sacerdotisas .



El monte donde se erigía el Templo estaba vedado a cualquier humano desde la mitad de la ascensión , donde una muralla hecha con piedras de enormes dimensiones lo circundaba desde tiempos inmemoriales . Solo traspasaban el dintel los elegidos para el ritual, y siempre con los ojos vendados.
Las sacerdotisas esperaron sin hacer ni un solo movimiento a que el cortejo hubiera descendido lo suficiente como para ni siquiera oír sus pisadas. Entonces Lucida asió por el brazo a uno de los hombres, que al contacto inesperado de aquella mano helada estuvo a punto de gritar. Las demás la imitaron , conduciéndoles camino arriba hacia el patio central del Templo, donde los maniataron por la espalda a los troncos de tres encinas .
El ritual estaba a punto de empezar. Una pila de piedra calcárea llena de agua hasta el borde reflejaba la Luna . Las sacerdotisas la rodearon y comenzaron recitando una oración, pidiendo a la Diosa que los elegidos fueran fecundos y su semilla femenina . Después se dirigieron a ellos, y sin desatarlos los despojaron de las túnicas. Tres de las sacerdotisas habían llenado sendos cuencos del agua en la que ahora se encontraba la misma Diosa , y los acercaron a los labios de los hombres, instándolos a beber con voz carente de expresión, lo cual hacía que los jóvenes se sintieran cada vez más asustados. Al comprobar que no era más que agua , uno tras otro apuraron los cuencos, aunque algunas gotas se derramaron de la boca del más joven, que temblaba de pies a cabeza pese a la noche cálida . Lucida tomó aquello como un mal presagio, aunque no fatal . A veces ocurría .
Las sacerdotisas ahora la miraban a ella , y a una señal de asentimiento, se acercaron a los hombres atados y desnudos, y empezaron a masajear sus penes. Ninguna emoción se reflejaba en los rostros de aquellas mujeres prehistóricas mientras llevaban a cabo el cometido. Dos jóvenes, sorprendidos, asustados, acabaron por sucumbir uno tras otro. En el momento preciso, Lucida recogió la semilla de cada uno de ellos en un pequeño recipiente donde se mezclaron.  Pero el tercer varón , el mismo que había derramado el agua , estaba tan aterrorizado que no conseguía más que temblar, por más que la sacerdotisa lo intentara . A un gesto de Lucida , se apartó. La gran sacerdotisa sacó de su cinto un pequeño puñal y habló. Su voz era profunda :
-El elegido rechaza ofrecer su semilla a la Luna , y la Luna está enojada . Si no hay semilla para la Diosa , no la habrá para una mujer terrena .
Dicho esto, con mano firme y sabia cogió los genitales del joven, y el afilado puñal cortó limpiamente. El grito se oyó desde la aldea , y las madres de los jóvenes, horrorizadas, se taparon los oídos llorando, abrazadas por sus esposos. Algo había salido mal.
El hombre había perdido el conocimiento, y por sus muslos corría la sangre a borbotones. Las sacerdotisas lo desataron y, una vez tumbado en el suelo, cauterizaron la herida con el extremo encendido de una tea . Lo sujetaban entre todas, pero el joven había recobrado el conocimiento gritando hasta romperse la garganta . Jamás volvería a salir sonido alguno de ella . El dolor inhumano le devolvió a las tinieblas de la inconsciencia .
La primera parte del ritual estaba concluída .
Las sacerdotisas se dirigieron al interior del templo precedidas por Lucida . Ésta , tras bendecirlas con agua de la pila donde se hallaba la Diosa Luna , les indicó que se tumbaran en sus camastros, y las inseminó con el contenido del recipiente. Las mujeres permanecerían acostadas sin moverse hasta la salida del sol para favorecer la concepción, con las piernas apretadas conteniendo la semilla masculina .
La gran Sacerdotisa salió al exterior, contempló la luna creciente dirigiendo a Ella una última invocación, desató a los dos hombres, les acercó las túnicas, y advirtiéndoles de que jamás contarían nada de lo que allí había ocurrido, les ordenó quitarse las vendas de los ojos sin levantar la cabeza . Los jóvenes temblaban aterrorizados, y más al ver a su amigo allí, tumbado inerte en un charco de sangre . Uno de ellos vió el trozo de carne junto a él y ahogó un grito. Lucida les ordenó que lo levantaran y emprendieran la bajada delante de ella .
Obedecieron con la cabeza baja , cargando al joven que jamás volvería a pronunciar una palabra, sin saber si estaba vivo o muerto, y sin atreverse a mirar la voz autoritaria que les aseguró que la Diosa los había bendecido a ellos y sus familias por su “ofrenda”, y tras recordarles que la desgracia caería sobre la tribu entera si hacían cualquier comentario sobre el ritual sagrado, los despidió volviendo a subir hacia el templo.
Las familias los esperaban ya . Los padres del herido lo llevaron a casa entre lamentos, pero nadie se atrevió a pronunciar palabra . Nadie, ningún aldeano, salió esta vez de sus hogares. Habían escuchados los gritos, y sabían que no se preguntaba , que era mejor no saber …
Los otros dos jóvenes no durmieron aquella noche, ni las que vendrían durante semanas. Las pesadillas volverían a atormentarlos durante el resto de sus vidas. Pero ellos, afortunados, podrían casarse y concebir hijos. Su amigo enloqueció, y tuvo que ser confinado en el establo donde, atado por un grillete a su tobillo, atacaba con uñas y dientes a quienes intentaban acercarse para curar su herida gangrenada, que hedía y supuraba pus donde las moscas posaban sus larvas para alimentarse. La muerte se apiadó de él tras un largo año de agonía .
Unos meses más tarde, dos de las sacerdotisas se hallaban en estado. La primera en nacer fue una niña , acontecimiento que fue festejado con todo tipo de ofrendas florales, cánticos y risas de todas las habitantes del templo. Desde abajo, en el poblado, se supuso cuál era el motivo de la algarabía , y se alegraron. Era señal de buena suerte para todos.
Lo que nunca sabrían es que el segundo en nacer fue varón. Como todas las veces que esto ocurría , el niño fue asfixiado nada más nacer, y su cuerpo entregado a la Diosa en luna llena , en una pira funeraria rodeada de flores blancas.
Estas cosas ocurrieron antes de existir la palabra escrita . Las Sacerdotisas de la Luna , miles de años más tarde recibirían otros nombres, se convertirían en brujas, y sus comunidades en las llamadas Aquelarres.  Después de veneradas, serían quemadas vivas, y más tarde, consiguieron que la gente creyera que nunca habían existido. Pero jamás desaparecieron .








sábado, 22 de febrero de 2014

Demasiado dulce




      Esto es una opinión personal, en contra (como siempre) de las opiniones de la mayoría, o sea, seguramente errónea. Hace unas semanas escribí un cuento infantil. Muy infantil, para niños de tres a siete años, por poner un ejemplo. Mientras pensaba, iba haciendo dibujitos a mi manera, nada comparable, por supuesto, a ilustraciones profesionales. Al terminar el cuento, lo envié a una nueva editorial infantil que parecía estar interesada. La respuesta fue sorprendente para mí:
      El cuento era demasiado "dulce", demasiado inocente. Ellos buscaban algo más "gamberro", en consonancia con la tendencia actual. Me imaginé que se referían a la tendencia "Hora de aventuras", "Shin Chan", "Bob esponja", etc.
      Por supuesto, no puedo escribir algo con lo que no estoy de acuerdo y con lo que no me identifico. Tampoco puedo juzgar a una editorial por publicar lo que realmente va a vender, lo que gusta a los niños y, por supuesto, a sus papás.
Solo tengo una pregunta a eso: ¿Por qué se quiere adulterar a los niños desde pequeños con historias de adultos, hechas por mentes adultas y con segundas intenciones ocultas a los peques solo para divertir a los padres?
      Mi hijo, al plantearle esta cuestión, me hizo ver un capítulo de una famosísima serie con unos dibujos para mi gusto espantosos, pero que al parecer, son estimulantes para los niños. En él, un pseudo-niño encuentra la guarida de un monstruo, un basurero lleno de mierdas, vómitos, ratas muertas y otras lindezas por el estilo. La frase del pseudo-niño que transmite al público es:
      -Si el lugar donde vives es así, éste es el reflejo de lo que hay dentro de tu mente...
      Nada que objetar. Me gustó. Lo que no me gustó fue la forma.
      ¿Por qué? ¿Dónde está la gracia en que el niño ya crezca riéndose con la vulgaridad más soez, las palabrotas (eso sí, se ríen un montón al oírlas), y los dibujos abstractos de un gusto más que discutible, que seguro que están realizados por ilustradores que son verdaderos genios que no demuestran lo que pueden hacer porque eso "no es lo que vende".
      Como adulta, y desde niña, adoro los cuentos bonitos, y no veo por qué Beatrix Potter, por ejemplo, que era el referente que yo me propuse para mis cuentos (con algún ilustrador profesional, por supuesto), no va a gustar a un público que aún está por moldear, que aún puede empaparse de todo lo que le pongan delante. Por qué la ternura va a ser empalagosa, y lo dulce no puede compararse a lo gamberro, (que es lo que se vende).
      Entonces... ¿ésa es la educación del futuro?
      ¿De verdad los padres temen que si sus hijos leen historias dulces de gatitos y perritos que se hacen amigos, con dibujos infantiles y reconocibles, se van a convertir en tartitas de fresa blandengues que no querrán probar el alcohol a los 13 y tener una moto (para mí, comparativamente es lo mismo que comprarles un arma cargada), a los 14?
      Pero eso sí, luego hay que enseñarles a cocinar "cupcakes" (magdalenas en español), y colgar en facebook las fotos del merenguito de la casa en plena faena.
      Demasiadas contradicciones para mi torpe y retrógrada mente...