miércoles, 26 de febrero de 2014

Las sacerdotisas de la Luna (fragmento)

Cuatro mujeres se preparaban al atardecer para la gran ceremonia . Eran las sacerdotisas del templo dedicado a la Diosa Blanca , la Luna . El templo, un Talayot situado en lo alto de una colina , era un lugar de culto privilegiado, desde donde se divisaba gran parte de la isla .
Abajo, en el poblado, se realizaban también los preparativos. En una lengua desconocida para nosotros , un joven interrogaba a su padre con el miedo en los ojos, y éste respondía vagamente, sin atreverse a levantar la vista hacia él.
-Padre, dime qué va a ocurrir. Nadie tiene porqué saber que me lo has contado, pero no quiero subir ahí sin saberlo, por favor…
-Es imposible, hijo. Y al regresar, tú tampoco contarás jamás lo que ha ocurrido. Quizá el próximo elegido sea un hijo tuyo, quién sabe… pero es el ritual secreto. La Diosa Luna pide, las sacerdotisas nos transmiten la petición , y entre todos, cumplimos los deseos de la Diosa .
El segundo escogido, que se había levantado a escuchar, se acercó:
-Dicen que alguna vez no han regresado... alguno de los tres elegidos, o ninguno. No podéis pedirnos que no temamos. ¡Somos nosotros los que subiremos ahí, no los demás!
Su madre le cogió de los hombros, zarandeandole suavemente en un gesto que quería ser tranquilizador :
-Hijos, no sigáis tentando a la suerte quejándoos como niños por haber sido elegidos. No ocurrirá nada malo. Lo malo sería rebelarse...
Fuera, el bosque de encinas se extendía ante el poblado, en ascenso hacia la pequeña montaña donde se levantaba el Templo. Los árboles habían sido adornados para la celebración con cintas de colores, y el camino se hallaba iluminado por pequeñas teas a los lados para acompañar al cortejo hasta el punto de encuentro, donde las sacerdotisas se harían cargo de ellos. Los aldeanos cantaban y bailaban , festejando que hubiese llegado el día de la ceremonia de la Fecundidad. Pronto caería la noche, y los tres jóvenes, como era costumbre, fueron vestidos con túnicas blancas nuevas. De su cuello colgaban tiras del mismo tejido, y habían sido bañados en agua perfumada de albahaca, romero y lavanda . La gente volvió la mirada hacia ellos y sus padres, que ahora salían de la casa , y todos juntos emprendieron el camino.
En un claro iluminado por más teas, se encontraban las sacerdotisas esperando. Vestían también de blanco, ocultando sus rostros sagrados bajo un velo de gasa sujeto por una cinta sobre la frente. Nadie debía mirarlas a los ojos, de igual modo que ellas tampoco podían fijar su mirada en nadie. Se decía que los ojos de las sacerdotisas eran blancos, y que quienes por curiosidad, espiando o por algún encuentro fortuito en el bosque los habían visto, habían muerto de espanto tras contarlo. Por eso llevaban el rostro cubierto.
A un movimiento de la mano de Lucida , la Gran Sacerdotisa , los jóvenes alargaron a sus padres el trapo que pendía de sus cuellos, y éstos les vendaron los ojos. El miedo se iba apoderando de los muchachos, a los que les habían advertido que cualquier intento de rebelarse podía ser castigado duramente .
Los aldeanos guardaban ahora un silencio reverencial. Era el día que la Diosa Luna había escogido para concebir una nueva sacerdotisa . Los escogidos estaban obligados a guardar silencio por el resto de sus vidas sobre lo que ocurriera aquella noche de luna creciente. En caso contrario, la Diosa Luna , protectora de su tribu, podía castigarlos con su ausencia , lo que impediría que el pelo y vello les creciera , y acabarían expuestas sus cabezas, brazos y piernas, al sol abrasador del verano y al frío del invierno, las cosechas no crecerían en los campos, al no saber cuándo era el ciclo correcto para poder sembrar, los animales enfermarían de hambre al no poder cazar en las noches sin luz , y también afectaría al ciclo menstrual de las mujeres, privándoles de la fecundidad, con lo cual su tribu acabaría por extinguirse, ya fuera por una desgracia u otra .
Desde el Templo, las sacerdotisas eran las encargadas de velar por la buena relación entre la tribu y su Diosa , y a ellas debían venerar, alimentar y obedecer. De todos los rituales, el de la Concepción era el más sagrado, el más importante, y solo ellas sabían cuántas cosechas transcurrirían entre uno y el siguiente . A veces eran quince , a veces veinte , y alguna vez, les había sorprendido la orden de elegir a suertes a tres jóvenes varones con solo dos cosechas de diferencia .
Las sacerdotisas no rendían cuentas al pueblo de ninguno de sus actos. Eran las matriarcas, las protectoras, las que ordenaban lo que debía hacerse en cualquier situación , y a quienes se acudía en busca de ayuda , consuelo o justicia , y por tanto, no informaban de la sustitución , de la muerte de una de ellas, o del nacimiento de las nuevas, que durante toda su infancia y hasta el momento de sustituir a una antecesora se hallaban recluídas en el Santuario, lejos de la vista de los aldeanos. A veces, hasta la falda del monte, el viento les hacía llegar las risas de aquellas niñas, semidiosas sin rostro, lo cual se consideraba señal de buena suerte para quienes las oyeran , eso sí, evitando levantar la vista hacia la procedencia del sonido, para no tentar a la suerte al ver fugazmente el rostro de alguna de ellas .
Aún así, algunos hombres no podían evitar sentir un estremecimiento. En cambio las mujeres jóvenes , que ignoraban por completo todo lo relacionado con la Ceremonia de la Concepción , se preguntaban antes de dormir si todas serían tan bellas como la misma Luna, que era lo que las madres contaban a las pequeñas aldeanas, al educarlas en la ancestral creencia y fe ciega en sus protectoras las sacerdotisas .



El monte donde se erigía el Templo estaba vedado a cualquier humano desde la mitad de la ascensión , donde una muralla hecha con piedras de enormes dimensiones lo circundaba desde tiempos inmemoriales . Solo traspasaban el dintel los elegidos para el ritual, y siempre con los ojos vendados.
Las sacerdotisas esperaron sin hacer ni un solo movimiento a que el cortejo hubiera descendido lo suficiente como para ni siquiera oír sus pisadas. Entonces Lucida asió por el brazo a uno de los hombres, que al contacto inesperado de aquella mano helada estuvo a punto de gritar. Las demás la imitaron , conduciéndoles camino arriba hacia el patio central del Templo, donde los maniataron por la espalda a los troncos de tres encinas .
El ritual estaba a punto de empezar. Una pila de piedra calcárea llena de agua hasta el borde reflejaba la Luna . Las sacerdotisas la rodearon y comenzaron recitando una oración, pidiendo a la Diosa que los elegidos fueran fecundos y su semilla femenina . Después se dirigieron a ellos, y sin desatarlos los despojaron de las túnicas. Tres de las sacerdotisas habían llenado sendos cuencos del agua en la que ahora se encontraba la misma Diosa , y los acercaron a los labios de los hombres, instándolos a beber con voz carente de expresión, lo cual hacía que los jóvenes se sintieran cada vez más asustados. Al comprobar que no era más que agua , uno tras otro apuraron los cuencos, aunque algunas gotas se derramaron de la boca del más joven, que temblaba de pies a cabeza pese a la noche cálida . Lucida tomó aquello como un mal presagio, aunque no fatal . A veces ocurría .
Las sacerdotisas ahora la miraban a ella , y a una señal de asentimiento, se acercaron a los hombres atados y desnudos, y empezaron a masajear sus penes. Ninguna emoción se reflejaba en los rostros de aquellas mujeres prehistóricas mientras llevaban a cabo el cometido. Dos jóvenes, sorprendidos, asustados, acabaron por sucumbir uno tras otro. En el momento preciso, Lucida recogió la semilla de cada uno de ellos en un pequeño recipiente donde se mezclaron.  Pero el tercer varón , el mismo que había derramado el agua , estaba tan aterrorizado que no conseguía más que temblar, por más que la sacerdotisa lo intentara . A un gesto de Lucida , se apartó. La gran sacerdotisa sacó de su cinto un pequeño puñal y habló. Su voz era profunda :
-El elegido rechaza ofrecer su semilla a la Luna , y la Luna está enojada . Si no hay semilla para la Diosa , no la habrá para una mujer terrena .
Dicho esto, con mano firme y sabia cogió los genitales del joven, y el afilado puñal cortó limpiamente. El grito se oyó desde la aldea , y las madres de los jóvenes, horrorizadas, se taparon los oídos llorando, abrazadas por sus esposos. Algo había salido mal.
El hombre había perdido el conocimiento, y por sus muslos corría la sangre a borbotones. Las sacerdotisas lo desataron y, una vez tumbado en el suelo, cauterizaron la herida con el extremo encendido de una tea . Lo sujetaban entre todas, pero el joven había recobrado el conocimiento gritando hasta romperse la garganta . Jamás volvería a salir sonido alguno de ella . El dolor inhumano le devolvió a las tinieblas de la inconsciencia .
La primera parte del ritual estaba concluída .
Las sacerdotisas se dirigieron al interior del templo precedidas por Lucida . Ésta , tras bendecirlas con agua de la pila donde se hallaba la Diosa Luna , les indicó que se tumbaran en sus camastros, y las inseminó con el contenido del recipiente. Las mujeres permanecerían acostadas sin moverse hasta la salida del sol para favorecer la concepción, con las piernas apretadas conteniendo la semilla masculina .
La gran Sacerdotisa salió al exterior, contempló la luna creciente dirigiendo a Ella una última invocación, desató a los dos hombres, les acercó las túnicas, y advirtiéndoles de que jamás contarían nada de lo que allí había ocurrido, les ordenó quitarse las vendas de los ojos sin levantar la cabeza . Los jóvenes temblaban aterrorizados, y más al ver a su amigo allí, tumbado inerte en un charco de sangre . Uno de ellos vió el trozo de carne junto a él y ahogó un grito. Lucida les ordenó que lo levantaran y emprendieran la bajada delante de ella .
Obedecieron con la cabeza baja , cargando al joven que jamás volvería a pronunciar una palabra, sin saber si estaba vivo o muerto, y sin atreverse a mirar la voz autoritaria que les aseguró que la Diosa los había bendecido a ellos y sus familias por su “ofrenda”, y tras recordarles que la desgracia caería sobre la tribu entera si hacían cualquier comentario sobre el ritual sagrado, los despidió volviendo a subir hacia el templo.
Las familias los esperaban ya . Los padres del herido lo llevaron a casa entre lamentos, pero nadie se atrevió a pronunciar palabra . Nadie, ningún aldeano, salió esta vez de sus hogares. Habían escuchados los gritos, y sabían que no se preguntaba , que era mejor no saber …
Los otros dos jóvenes no durmieron aquella noche, ni las que vendrían durante semanas. Las pesadillas volverían a atormentarlos durante el resto de sus vidas. Pero ellos, afortunados, podrían casarse y concebir hijos. Su amigo enloqueció, y tuvo que ser confinado en el establo donde, atado por un grillete a su tobillo, atacaba con uñas y dientes a quienes intentaban acercarse para curar su herida gangrenada, que hedía y supuraba pus donde las moscas posaban sus larvas para alimentarse. La muerte se apiadó de él tras un largo año de agonía .
Unos meses más tarde, dos de las sacerdotisas se hallaban en estado. La primera en nacer fue una niña , acontecimiento que fue festejado con todo tipo de ofrendas florales, cánticos y risas de todas las habitantes del templo. Desde abajo, en el poblado, se supuso cuál era el motivo de la algarabía , y se alegraron. Era señal de buena suerte para todos.
Lo que nunca sabrían es que el segundo en nacer fue varón. Como todas las veces que esto ocurría , el niño fue asfixiado nada más nacer, y su cuerpo entregado a la Diosa en luna llena , en una pira funeraria rodeada de flores blancas.
Estas cosas ocurrieron antes de existir la palabra escrita . Las Sacerdotisas de la Luna , miles de años más tarde recibirían otros nombres, se convertirían en brujas, y sus comunidades en las llamadas Aquelarres.  Después de veneradas, serían quemadas vivas, y más tarde, consiguieron que la gente creyera que nunca habían existido. Pero jamás desaparecieron .








sábado, 22 de febrero de 2014

Demasiado dulce




      Esto es una opinión personal, en contra (como siempre) de las opiniones de la mayoría, o sea, seguramente errónea. Hace unas semanas escribí un cuento infantil. Muy infantil, para niños de tres a siete años, por poner un ejemplo. Mientras pensaba, iba haciendo dibujitos a mi manera, nada comparable, por supuesto, a ilustraciones profesionales. Al terminar el cuento, lo envié a una nueva editorial infantil que parecía estar interesada. La respuesta fue sorprendente para mí:
      El cuento era demasiado "dulce", demasiado inocente. Ellos buscaban algo más "gamberro", en consonancia con la tendencia actual. Me imaginé que se referían a la tendencia "Hora de aventuras", "Shin Chan", "Bob esponja", etc.
      Por supuesto, no puedo escribir algo con lo que no estoy de acuerdo y con lo que no me identifico. Tampoco puedo juzgar a una editorial por publicar lo que realmente va a vender, lo que gusta a los niños y, por supuesto, a sus papás.
Solo tengo una pregunta a eso: ¿Por qué se quiere adulterar a los niños desde pequeños con historias de adultos, hechas por mentes adultas y con segundas intenciones ocultas a los peques solo para divertir a los padres?
      Mi hijo, al plantearle esta cuestión, me hizo ver un capítulo de una famosísima serie con unos dibujos para mi gusto espantosos, pero que al parecer, son estimulantes para los niños. En él, un pseudo-niño encuentra la guarida de un monstruo, un basurero lleno de mierdas, vómitos, ratas muertas y otras lindezas por el estilo. La frase del pseudo-niño que transmite al público es:
      -Si el lugar donde vives es así, éste es el reflejo de lo que hay dentro de tu mente...
      Nada que objetar. Me gustó. Lo que no me gustó fue la forma.
      ¿Por qué? ¿Dónde está la gracia en que el niño ya crezca riéndose con la vulgaridad más soez, las palabrotas (eso sí, se ríen un montón al oírlas), y los dibujos abstractos de un gusto más que discutible, que seguro que están realizados por ilustradores que son verdaderos genios que no demuestran lo que pueden hacer porque eso "no es lo que vende".
      Como adulta, y desde niña, adoro los cuentos bonitos, y no veo por qué Beatrix Potter, por ejemplo, que era el referente que yo me propuse para mis cuentos (con algún ilustrador profesional, por supuesto), no va a gustar a un público que aún está por moldear, que aún puede empaparse de todo lo que le pongan delante. Por qué la ternura va a ser empalagosa, y lo dulce no puede compararse a lo gamberro, (que es lo que se vende).
      Entonces... ¿ésa es la educación del futuro?
      ¿De verdad los padres temen que si sus hijos leen historias dulces de gatitos y perritos que se hacen amigos, con dibujos infantiles y reconocibles, se van a convertir en tartitas de fresa blandengues que no querrán probar el alcohol a los 13 y tener una moto (para mí, comparativamente es lo mismo que comprarles un arma cargada), a los 14?
      Pero eso sí, luego hay que enseñarles a cocinar "cupcakes" (magdalenas en español), y colgar en facebook las fotos del merenguito de la casa en plena faena.
      Demasiadas contradicciones para mi torpe y retrógrada mente...