sábado, 22 de febrero de 2014

Demasiado dulce




      Esto es una opinión personal, en contra (como siempre) de las opiniones de la mayoría, o sea, seguramente errónea. Hace unas semanas escribí un cuento infantil. Muy infantil, para niños de tres a siete años, por poner un ejemplo. Mientras pensaba, iba haciendo dibujitos a mi manera, nada comparable, por supuesto, a ilustraciones profesionales. Al terminar el cuento, lo envié a una nueva editorial infantil que parecía estar interesada. La respuesta fue sorprendente para mí:
      El cuento era demasiado "dulce", demasiado inocente. Ellos buscaban algo más "gamberro", en consonancia con la tendencia actual. Me imaginé que se referían a la tendencia "Hora de aventuras", "Shin Chan", "Bob esponja", etc.
      Por supuesto, no puedo escribir algo con lo que no estoy de acuerdo y con lo que no me identifico. Tampoco puedo juzgar a una editorial por publicar lo que realmente va a vender, lo que gusta a los niños y, por supuesto, a sus papás.
Solo tengo una pregunta a eso: ¿Por qué se quiere adulterar a los niños desde pequeños con historias de adultos, hechas por mentes adultas y con segundas intenciones ocultas a los peques solo para divertir a los padres?
      Mi hijo, al plantearle esta cuestión, me hizo ver un capítulo de una famosísima serie con unos dibujos para mi gusto espantosos, pero que al parecer, son estimulantes para los niños. En él, un pseudo-niño encuentra la guarida de un monstruo, un basurero lleno de mierdas, vómitos, ratas muertas y otras lindezas por el estilo. La frase del pseudo-niño que transmite al público es:
      -Si el lugar donde vives es así, éste es el reflejo de lo que hay dentro de tu mente...
      Nada que objetar. Me gustó. Lo que no me gustó fue la forma.
      ¿Por qué? ¿Dónde está la gracia en que el niño ya crezca riéndose con la vulgaridad más soez, las palabrotas (eso sí, se ríen un montón al oírlas), y los dibujos abstractos de un gusto más que discutible, que seguro que están realizados por ilustradores que son verdaderos genios que no demuestran lo que pueden hacer porque eso "no es lo que vende".
      Como adulta, y desde niña, adoro los cuentos bonitos, y no veo por qué Beatrix Potter, por ejemplo, que era el referente que yo me propuse para mis cuentos (con algún ilustrador profesional, por supuesto), no va a gustar a un público que aún está por moldear, que aún puede empaparse de todo lo que le pongan delante. Por qué la ternura va a ser empalagosa, y lo dulce no puede compararse a lo gamberro, (que es lo que se vende).
      Entonces... ¿ésa es la educación del futuro?
      ¿De verdad los padres temen que si sus hijos leen historias dulces de gatitos y perritos que se hacen amigos, con dibujos infantiles y reconocibles, se van a convertir en tartitas de fresa blandengues que no querrán probar el alcohol a los 13 y tener una moto (para mí, comparativamente es lo mismo que comprarles un arma cargada), a los 14?
      Pero eso sí, luego hay que enseñarles a cocinar "cupcakes" (magdalenas en español), y colgar en facebook las fotos del merenguito de la casa en plena faena.
      Demasiadas contradicciones para mi torpe y retrógrada mente...

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