lunes, 12 de enero de 2015

PCL 2... los spoilers continúan


[...] Habíamos llevado pan y embutidos, y cenamos a la luz de las velas. Dormimos en una de las enormes y antiguas camas, y al amanecer, antes de que saliera el Sol estábamos levantados, para visitar la capilla e irnos antes de que nadie se percatara de nuestra presencia, ya que por ahora no nos interesaba.
Pablo introdujo la gran llave en el orificio, la giró, y tuvo que empujar con todas sus fuerzas para abrir la enorme puerta. Habíamos llevado una linterna, y dimos una vuelta alumbrados solo por aquel resplandor. Pablo decidió que su estudio estaría allí, una vez derribado el altar. Y abajo, el laboratorio para investigar.
Bajamos a la cripta, donde se encontraba toda aquella estirpe de apellidos rimbombantes en sus tumbas blancas. Cuando todo hubiera acabado, deberíamos buscar un lugar más apropiado para ellos, donde no molestáramos su sueño eterno, y siendo prácticos, donde no estorbaran las paredes.
Lo primero sería limpiar todo aquello. Y encargar cristaleras nuevas para que no entraran más palomas. Mientras organizábamos, oímos un ruido arriba. Pasos. Alguien había entrado. Nos quedamos en silencio y sin movernos. El corazón se me iba a saltar por la boca.
Una luz nos llegó desde arriba de la escalera. Pablo intentó apagar la linterna, pero le temblaban las manos, y se le escurrió. Al caer rodó sobre sí misma, Pablo la cogió rápidamente, le dio al botón que no era, y se encendió la luz roja parpadeante de emergencia. Al fin dio con el dichoso botón de off y la pudo apagar. Se oyeron pasos rápidos. Creímos que se habían marchado y empezamos a subir lentamente, agarrados al pasamanos. Yo iba delante, y al llegar al último escalón, mi mano tocó algo. Una linterna, la misma con la que nos habían iluminado. La cogí sin pensar, cuando volvimos a oír pasos de alguien que entraba. Nos metimos detrás del altar, pero la linterna que tenía en la mano estaba encendida e iluminaba hacia el techo. Los pasos cesaron, y de golpe volvieron a oírse corriendo hacia fuera. No podíamos quedarnos allí, no queríamos que nos descubrieran, y el sol empezaba a salir ya. Dimos un rodeo pegados a la pared y salimos. Vimos una furgoneta blanca, con un rótulo que decía Vidrios Nordiola. Dos hombres estaban dentro. El del lado del pasajero abrió la puerta, se bajó, manoteó un momento, se subió otra vez al vehículo y salieron a toda prisa, dejando abierta la barrera. Cerramos la puerta de la capilla, nos metimos en el coche y nos fuimos a casa. No tardaríamos en saber quienes eran los extraños silenciosos.      
Al cabo de tres días, una periodista llamó a Pablo. Lo que le dijo lo dejó boquiabierto. Era la presentadora de un programa de la televisión local, que se llamaba «Misterios Isleños». Una mujer, la supervisora de una empresa de trabajo temporal que se dedicaba a la contratación de personas con alguna minusvalía, había recibido la visita de dos jóvenes sordomudos de su plantilla, que ella misma había recomendado como cristaleros para una gran empresa. Los chicos habían ido a decir que no querían volver al lugar donde les habían enviado a trabajar.
Le contaron que a las cinco de la mañana, se habían dirigido a la finca «Sa Torre», en el término de Llucmajor. Les habían encargado tomar medidas para las cristaleras de una capilla. Al llegar, la puerta estaba entornada. Uno de ellos llevaba una linterna, que encendió y colgó del pasamanos de la escalera, dejando a su compañero un momento solo, mientras él volvía a la furgoneta a coger unas herramientas.

Pero el que había quedado dentro, salió corriendo del interior. Por el lenguaje de signos, le dijo que había visto luces, primero blancas, y luego rojas y parpadeantes. Que las lucen venían de la cripta, y que él no volvía a bajar ahí. Se metieron en la furgoneta y huyeron sin mirar atrás. La historia había ido circulando hasta llegar a los productores del programa de misterios. Y buscando en internet y en los archivos de noticias locales, habían encontrado los cómics de Pablo que tenían la «Torre Siniestra» como escenario. Querían saber si les concedía una entrevista para el programa. Ya volvíamos a tener problemas. [...]

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