viernes, 26 de julio de 2013

La Termomix y el Mercadona

   
Mientras hoy leo en un titular de periódico que en las islas Baleares hay 360000 familias con todos sus miembros sin trabajo según las cifras de este último mes de junio, por otro lado oigo una conversación. La cosa va sobre la famosa Termomix. Una olla eléctrica de mil euritos, que según cuentan hace maravillas gastronómicas.
      Me quedo pensando en la obscenidad del contraste. Hay quién (como yo), con 800 euros debemos llegar a fin de mes, poniendo en la mesa lo que nos ofrece la señora Mercadona, siempre a los mejores precios, y vaya usted a saber con qué consecuencias futuras sobre nuestra salud. O esperando a las carnes y verduras a punto de caducar que ofrece Eroski "last minute" al 50% de su precio. Todo es válido en la contrarreloj del mes a mes.
      Y sin quejarse, que solo hay que leer los titulares para comprobar que los hay que están aún peor. Que ya no hace falta recurrir a las noticias internacionales, ni a las historias de "los años del hambre" de nuestros padres, para sufrir en nuestras propias carnes y las de nuestros conocidos los dramáticos día a día que no salen en el periódico.
      Me cuenta una conocida, con dos hijos de corta edad, que los dos están enfermos con fiebre, en plena ola de calor, y que en el PAC de su pueblo no los han querido atender porque su padre, a cargo del cual estaban los niños como beneficiarios, ha acabado todos los recursos del paro y le ha sido retirada la tarjeta sanitaria. Sin avisar. Y hasta que no los cambien a la cartilla de su madre, los médicos de urgencias se niegan a atenderlos. Para más INRI, en las farmacias se niegan a venderle (pagando), antibióticos sin receta médica...
      ¿No leí que la reforma sanitaria no afectaría más que a ciertos sectores de la población, y que los niños y embarazadas, mas cualquier urgencia, no se verían afectados?
      ¿Por qué no se habla sobre esto en las noticias?
      Mientras, otro sector de la población, sigue comprando Termomixes, con el dinero de las cuales podría comer una familia entera durante un mes, y calentando más el ambiente con los aires acondicionados las veinticuatro horas al día "porque no soportan el calor". Que soporten el que generan los motores de sus aparatos los pobres que van a pie por la calle, los que trabajan al sol (si tienen la suerte de trabajar).
      Todo lo que escribo hoy, en esta noche de bochorno en la que mi ventilador de quince años no me deja conciliar el sueño con sus quejidos artríticos, son hechos reales y cercanos.
      Conocí a una sudamericana que limpiaba casas y cuidaba ancianos. Sus manos, parecidas a las mías, aunque, por suerte para ella, sin mis dedos deformados y rígidos por la artrosis, tenían la piel áspera y reseca cuando me daba las monedas de la barra de pan para la cena. Sus uñas rotas y los dedos y pies hinchados, cansados del duro jornal. Por cosas de la vida, un rico cincuentón se enamoró de ella, me alegro de corazón.
      Lo que me entristeció, después de un año sin verla, fue la diferencia de su trato hacia mí, la cajera. Con unas largas uñas postizas, por lo visto de moda ahora, una horterada de colores y brillantines, va señalando a su flamante marido los productos que él debe meter en el carro. Y al llegar a mi caja a pagar, me da la espalda, sin saludar, mientra él saca la visa oro y cuando ya ha pagado, ella le recuerda que debe recargar 50 euros al "selular" de su mami, día sí día también.
      Hasta que no pasa un rato, no se me quita el amargo sabor de boca de su desprecio.
      Me cuenta mi hijo que a un amigo suyo le han robado el móvil de 500 euros. ¿Por qué un chaval de diecisiete años sin trabajo, con su madre en paro, tenía un móvil de 500 euros?
      Otros, con las mismas edades, tienen trabajos eventuales, de cuyo salario no entregan en casa ni un duro, mientras sus padres están cobrando el subsidio de desempleo. Se lo gastan todo en juergas, móviles y consolas.

      ¡Qué fácil es dar la culpa de todo a la corrupción política, al Gobierno, a la Casa Real y demás mindongas!
      La verdad es que el español es un pueblo descerebrado sin remedio, que no aprende, y que solo quiere que la crisis bancaria se solucione para volver a obtener créditos a cincuenta años para seguir viviendo por encima de NUESTRAS posibilidades sin pensar ni en los que vendrán detrás, ni en los que no hemos hecho nada para merecer esto. Si, me incluyo. No tengo hipoteca, no tengo casa, ni siquiera podría pagar un alquiler.
      Todo lo que nos pase lo tendremos bien merecido.

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