lunes, 12 de mayo de 2014

Cuatro kilómetros



La noche que Marta se suicidó , fue un acto tan impulsivo como los que habían dominado todos los hechos determinantes de su caótica vida . Si todos los que la querían , o al menos apreciaban , como ella hubiese dicho, se devanaron los sesos pensando por qué no dejó una nota de despedida , por qué precisamente de aquella forma tan brutal , ninguno hubiese acertado en que no había ni premeditación , ni intención .
No murió en el acto . Su último castigo fue sentir el dolor más grande (quién le hubiese dicho a ella que siempre podía haber algo más doloroso que lo anterior), y su último pensamiento fue :
-¡Oh Dios mío, yo no quería matarme!
Hacía unos segundos , caminaba por el arcén de una carretera secundaria , con un chándal manchado de lejía en los bajos del pantalón , y un forro polar azul marino . Las piedrecillas de asfalto se le clavaban a través de la fina suela de sus viejas zapatillas de andar por casa .
Ya no podía más . A pesar de ser febrero, sudaba por los cuatro kilómetros que había dejado atrás desde que dio el portazo, dejando la cena en la mesa y caminando a paso ligero sin rumbo, hasta salir del pueblo y continuar por la carretera oscura .
Ya casi no recordaba exactamente la escena que la había hecho salir de casa a esas horas . Tampoco lloraba . Sentía las lágrimas resecas en la piel caliente , pero el agotamiento hacía rato que le había quitado las ganas de seguir llorando. ¡Si le venía justo respirar!
De vez en cuando, un coche la deslumbraba , y ella , mareada y con los pies cada vez más doloridos , se tambaleaba un poco, pensando en la posibilidad de caer . Hacia el arcén sucio que a trozos olía a rata podrida , o... hacia los faros.
Su móvil sonó, y ella rebuscó en su bolsillo.
-¿Qué quieres?
-¿Dónde estás?
-Cerca del cementerio.
-Vas a tardar mucho? Tu plato está en la mesa aún. ¿Te lo caliento?
-¿¡Qué!?
Marta no podía creerlo. Estaba a más de cuatro kilómetros de casa , y ni siquiera se habían dado cuenta . Posiblemente creían que se había ido con el coche. ¿Dónde? ¿Es que nadie se daba cuenta de que estaba furiosa , y por eso había salido del piso de un portazo? ¿Cuánto tiempo llevaría andando en zapatillas? Desde luego, hasta que ellos no habían acabado de cenar en paz , libres de sus gritos , él ni se había molestado en llamarla .


En ese momento, unos faros se acercaban rugiendo en dirección a ella . Cegada por la luz , entornó los ojos, otra vez anegados de lágrimas de rabia , y, sin pensarlo , solo dejó que sus pies avanzaran hacia la derecha . Solo un poco. Fuera de la tenue línea blanca del arcén . Esa fue la última estupidez que cometió en su vida . Realmente no quería morir. Ni siquiera había soltado el teléfono, que salió volando hacia el cielo.

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